
La tensión se siente mientras la multitud te observa. Cierras los ojos, respiras hondo y dejas que el ritmo se apodere de tu cuerpo. En cuanto tocas las congas, todas las preocupaciones desaparecen y la música empieza a fluir. La energía inunda la plaza, la gente baila y, por primera vez, te sientes libre.
